Pareciera que alguien tiro todo al piso, los árboles
doblados, perros durmiendo en la posición
fetal de los hombres, el suelo lleno de ropa, papeles, juguetes, muebles, todo
en la calle.
Mujeres sentadas en las esquinas acurrucadas con una mantita
en frente ofreciendo las flores que el viento arrastró, vendiendo quizá su última
contemplación.
Se escucha en el
altavoz un niño dando un sermón angelical sobre como hacer galletitas, entre medio de un viento frio y ruido a barcos acercándose.
La casa de la esquina era de color amarillo, tenía el pasto
largo en la entrada, entre medio crecieron malvones rojos. Las ventanas no tenían vidrios, lo que dejaba que entren las palomas a dar el concierto de
la soledad libertina.
Hace años vive una mujer en el fondo. Hoy está en el patio sentada
en un banquito, bebiendo agua por los pies en una palangana de metal. Un frio le hizo poner un pie sobre el otro, todavía creyendo que es otra, ve todo de color
blanco.
Empieza a llover,
nadie entro el banquito. La mujer cierra los ojos y una mueca dice: “lo quería
así”.
Siempre llueve cuando alguien se muere.
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