viernes, 28 de octubre de 2011

Sobre pantorrillas dormidas.

Despertame de la rodilla para abajo, ordené a Lorena.
No me podía parar. Ayudada por la mesa casi me creo que  lo hago y me caí de culo contra el piso LENTAMENTE, la gravedad se digno a mostrarme una vez más lo boluda que soy.
 Tanto que me pregunté ¿me estoy cayendo?,  no podía creer lo que me estaba pasando,me estaba cayendo en soledad. Pensaba que sólo me caía porque me ponía nerviosa la mirada del otro, ya que mi rostro es una  piedra pesada por momentos y a veces cuando hablo me convierto en una especie de monstruo salivoso. Cuando me percato de eso me quedo silenciosa hasta componerme o se me traban las piernas y acontece el desparrame de  mi escandaloso cuerpo de jeta contra la nadidad.
La caída:  me agarre del  borde del canasto de la ropa, no sirvió para nada, me seguía cayendo y ahora con una lluvia de bombachas sucias encima.  Estire la otra mano, la puta madre, la cola del gato, lo solté rápido, tampoco sirvió, tiene delirios de ninja vengador, - Pobre, es un gato ricotero que comía ratas en un frigorífico de mataderos y le puse como nombre Sereno, me odia-así que venía hacia mi con su peor cara de malo.
La silla, la silla no sé como la agarre pero se sumo a la montaña.
Una vez en el suelo, me quede un rato con todas mis cositas encima, - cositas porque práctico auto-ternura eseral- hubiera sido bueno para mi autoestima elevarme de un salto en un grito de grrrrrr como un gladiador que tiene hambre  y empezar a tirar todo por ahí  y creerme que me volví más fuerte por supuesto, no cualquiera supera una dormidita de pierna.  Pero mi pierna seguía dormida y la risa me empezó a subir por el cuello, no podía parar. La risa, es el único camino cuando uno está en un subsuelo auto-tapado por una lluvia de torpes casualidades y vive con un gato ninja ricotero.

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